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Reflexiones

Sentido de humor y perfeccionismo

Sentido de humor y perfeccionismo

Ricardo Peter

Valores incuestionables de la psicología humanista.
A la influencia de la psicología humanista no solo hay que reconocerle el mérito de haber centralizado y resaltado, en el ámbito de la teoría psicológica y de la práctica clínica contemporánea, la unicidad y el valor de la persona como núcleo central y sede de interacción de los procesos mentales sino, además, el haber recuperado por este medio las cualidades esenciales de la persona. Por "cualidades esenciales" de la persona nos referimos a la capacidad del hombre para alcanzar un conocimiento de la realidad de adentro y de afuera, de autotrascenderse y de autodeterminarse de cara a esa realidad; de encontrarla y asumirla libre y responsablemente.

Pero también habría que decir, a favor de la psicología humanista, que en la imagen que esboza del hombre, ha ofrecido un puesto importante a la cualidad del humor que, como propiedad de lo espiritual, puede acreditarse como rasgo distintivo de la singularidad de lo humano.

La psicología humanista ha generado un proceso que pudiéramos llamar de "deseriezización" de la psicología. Ha despomposizado o desolemnizado el furor científico, propio de una psicología positivista que marginando la dimensión espiritual, se movía en el estrecho campo de los reflejos condicionados y de la relación estímulo-respuesta. Lo cual no quiere decir que la psicología humanista ha restado carácter científico a su teorización psicológica, sino que ha añadido la frescura de que carecía la psicológica al resaltar su interés por el humor no solo como recurso y estrategia psicoterapéutica, sino como una forma de percibir, de referirse y de "tratar" la vida. La atención, pues, a la importancia del humor es una contribución característica de la psicología humanista.

Indigencia y humorismo.
Para la denominada tercera fuerza en psicología, el humor no sólo facilita una cierta distancia de nosotros mismos y, por ende, favorece la salud mental, como sostienen, entre otras escuelas pertenecientes a esta tendencia, el enfoque logoterapéutico de Frankl y la psicoterapia centrada en el cliente de Carl Rogers. El humor nos refiere que estamos plenamente vivos y es la expresión más palpable y directa de la salud emocional del individuo.

Sin embargo, recientes desarrollos en el terreno de la psicología humanista existencial cruzan los confines anteriores y apuntan al humor como a una forma, ante todo, de conocimiento y de ubicación del sujeto ante su propia indigencia.

Según estas últimas aportaciones, el humor expresa que nos damos cuenta de nuestra impotencia, de nuestra condición limitada que experimentamos momento a momento, aun de manera irrefleja, y que la asumimos como mejor podemos, sin engañarnos ni avergonzándonos de ella, sino riéndonos cuando prácticamente no podemos hacer nada y tal vez, en última instancia, sea el único remedio infalible de que disponemos para hacerle frente.

Claro está, la indigencia y el humor al que nos referimos solicitan una aclaración. Examinemos cada uno de estos términos.

El sentido de la indigencia.
Para desenredar primeramente el sentido de indigencia debemos abandonar el terreno socio-económico, donde es frecuente el recurso a este concepto, y alcanzar el antropológico. En este espacio ideológico, el ser del hombre aparece implantado en el límite. Confinado como todo ser viviente dentro de su condición limitada o finita. Pero no totalmente encerrado en ella. El hombre, en efecto, mantiene una relación exclusiva con su límite. Si por una parte, el límite marca el parentesco y la convergencia entre todos los organismos vivos y el hombre, por otra, la relación del hombre con su límite señala la radical diferencia entre los primeros y el segundo.

La necesidad, característica del mundo animal cede el paso a la conciencia de la necesidad, característica de lo antropológico. Así, sólo a partir de la bifurcación del límite en necesidad e indigencia, se vuelve posible la discriminación entre el animal y el hombre.

En el caso del hombre, la necesidad que es la expresión del límite en el mundo animal se muda en "conciencia", "ciencia" o "razón" de la necesidad que es la nota profundamente distintiva del hombre.

El hombre, a diferencia del animal es consciente (y no puede dejar de serlo), es decir, tiene la facultad para encontrar, relacionarse y conocer sus necesidades. Mientras el animal es actuado por el límite, el hombre interactúa con el limite, aprehende el límite como si se tratara de un objeto.

Sin embargo, la literal autoreferencia del hombre al límite no solo traza la autentica diferencia entre ambos mundos, como ya indicamos, sino que, además, es el eje de la balanza entre el mundo animal y el mundo del hombre. Efectivamente, el desplazamiento de la necesidad, en que vive el animal a la conciencia de la necesidad, que es exclusiva prerrogativa del hombre, nos advierte de la existencia de un orden superior desconectado del anterior y que la Antropología del límite reconoce como el orden de la indigencia*.
 
La indigencia en cuestión no alude pues a la falta de medios para vivir, a una existencia mermada de bienes materiales, como es la del pobre o menesteroso, eterno cliente del asistencialismo estatal o privado. En nuestro caso la indigencia es una metáfora de una depresión más profunda, que no es puramente económica, sino ontológica o antropológica si queremos, pues se refiere al hecho mismo de estar restringido, carente, escaso, en la dimensión del ser.
 
Decir que el hombre a causa de su indigencia es un ser deprimido no significa referirnos a un trastorno psiquiátrico, a una alteración del estado de ánimo, muy frecuente en nuestros días, sino remitirnos a algo que afecta el ser mismo del hombre. En su esencia misma, el hombre es indigente de ser.
 
De lo que el hombre es indigente, de lo que realmente tiene poco como un auténtico menesteroso, es ser. La indigencia es penuria de ser, pero, debido a que, además, por la calidad de su ser finito, ese poco, el hombre lo advierte, en definitiva, en continuo desgaste o menoscabo, la indigencia resulta, de primera instancia, lo más cercano a un puro querer ser.
 
El hombre es un indigente cuya existencia lo conduce hacia la indigencia total. A su modo, pues, todo hombre es cliente de la vida. Todos sus esfuerzos (la obsesión por el poder, el prestigio, la búsqueda de seguridad, de amor, de sexo, de juventud, su afán por ser alguien, la presunción, el recurso a la persuasión, la simulación, la necesidad de control, la dominación, etc.), están encaminados a ser más.
 
Lo que pretende el conato que arranca de la indigencia es conservar el ser y acrecentarlo. Esfuerzos que al final, irónicamente, dan por resultado la bancarrota, pues ese querer ser no es siempre ser más, sino constatar que ser resulta ser siempre algo menos, ya que, al fin y al cabo, el límite, a través de todas sus expresiones, se revela fatal para el ser (enfermedades, envejecimiento, achaques, muerte).
 
La indigencia cambia el asunto dentro de los organismos vivos e impone la pauta de lo antropológico como, a su vez, la mera necesidad, la no-conciencia de la necesidad propia del animal, conecta con un orden de organismos más elementales. A este propósito, "el paso que hay de la ameba a Einstein", en expresión de Karl Popper, es el paso del orden de la necesidad al orden de la indigencia, y que, dicho en otras palabras, es, igualmente, el paso de la ausencia de la conciencia de sí a la conciencia de sí mismo.
 
La conciencia de la necesidad o indigencia no deriva entonces de una abstracción, del pensamiento, de la reflexión, sino de la percepción o sensación de las propias necesidades; del hecho de ser tocado, en la sensibilidad de mi ser finito, no sólo por muchas necesidades imperiosas de las que no puedo prescindir, sino por necesidades vitales y trascendentes, como la de querer actuar, entender, amar, vivir, comprender y ser aceptado, que quedan para siempre fuera del índice de necesidades del animal como señal indeleble de su extrañamiento del mundo del hombre.
 
La puerta hacia la conciencia de sí, surge, pues, evolutivamente a partir de la indigencia, que es la conciencia de la necesidad de la propia condición física, y el origen de la primitiva capacidad para sentir el límite en toda su amplitud en carne propia.
 
La autoconciencia que implica la indigencia, en su raíz y de alguna forma, es siempre conciencia de la finitud, de la propia realidad contingente, inacabada e inacabable, inconclusa e impermanente.
 
Lo sentido y por consiguiente la problemática del sentido es del orden de la indigencia y no de la mera necesidad. Aunque en su comienzo la indigencia no es todavía el autoconcepto, es, sin embargo, el primer avance hacia la con-ciencia de la necesidad, y de este modo, el primer impulso hacia la conciencia de sí mismo, que, en primerísimo orden, es conciencia de ser necesitado, avasallado por el límite.

La indigencia se manifiesta en el hombre paradójicamente. Al mismo tiempo que es el origen de su conciencia, es el trasfondo de su tragedia, porque en todo acto y en todo momento la indigencia es también conciencia de la finitud, conciencia no sólo de todas las necesidades, sino de la permanente intranquilidad y desasosiego que se produce en el alma.

La indigencia, a diferencia de la simple y pura necesidad, que es un sistema cercado por automatismos y determinismos, permite al hombre distanciarse y superar los propios condicionamientos. Aun cuando es cierto que la indigencia parte de lo biológico no se agota en lo biológico, sino que lo trasciende para manifestar lo específicamente antropológico. Pero, ¿qué puede ser en el hombre más específicamente antropológico que secundar ese impulso de la indigencia hacia un querer ser, hacia una construcción de su ser? A este propósito, cabría decir que el hombre es el único animal que termina su propia creación. ¿De qué manera se hace efectiva esta construcción?

Definiendo la indigencia como conciencia de la necesidad quisimos apuntar a la indigencia como una forma deliberada no sólo de conocer, sino de significar y también de orientar la necesidad. Es así, precisamente, significando y orientando, como el hombre construye la última etapa de la creación: su humanidad.

Con la indigencia se vislumbra la posibilidad de significar la necesidad. Un conjunto de impulsos amorfos, apetitos e instintos quedan redefinidos y encaminados hacia lo humano, que es lo propio del hombre.

De hecho, el hombre es consciente de que vivir es tener necesidades y que estas necesidades tienen que ver, además y especialmente, con el sentido del límite. Pareciera entonces que, por una parte, el encuentro del hombre con el límite, descubierto no sólo dentro de sí mismo, sino en los otros y en el entorno que lo rodea, termina planteando la cuestión, en términos más amplios, del sentido del límite, y que, por otra, este mismo asunto, por ser relevante, desplaza cualquier otro pendiente para ocupar la parte esencial de toda la cuestión antropológica.

Al topar con el límite, al descubrirse indigente, el hombre experimenta profundos sentimientos de contradicción global respecto de sí mismo, de su peculiar realidad como ser que tiene fin en el tiempo. De este modo, se introduce de manera inevitable la duda sobre su propio valor como ser. Ser indigente es saberse inestable, precario y efímero. El hombre no puede ignorar que está socavado en sus mismos cimientos, que su ser está oscilante, en falso, en los fundamentos que lo sostienen. El fin de sus días está inevitablemente abrigado en la entrañas de su ser y, su existencia, por lo mismo, está también comprometida, poco firme. La existencia se tambalea porque en sí es el ser mismo del hombre lo que está siempre a punto de caerse a causa de su propia insuficiencia.

En tal caso, descubrirse limitado plantea un cuestionamiento que afecta no sólo al sentido de la existencia, al cual se refiere específicamente la Logoterapia, sino al sentido del ser mismo. Ante la tremenda fragilidad de su ser, el hombre vacila y se interroga sobre el sentido – no sólo de su existencia- sino de su condición limitada, de su propia finitud.

Ahora bien, prosiguiendo el desarrollo de nuestras reflexiones, ¿de qué manera se puede significar la necesidad de la cual el hombre es consciente, de qué manera se puede hallar o averiguar su sentido? ¿De que manera, en consecuencia, el hombre puede tomar la decisión de construirse, o sea, de ultimar su propia creación, de volverse humano?

El hombre queda encallado y pierde el sentido de su ser cuando ante el hecho de la indigencia se plantea la perfección como intento de salida o solución.

Pretender superar la indigencia a través de la búsqueda de la perfección es sólo dar golpes a la indigencia, a la fragilidad del hombre y, por tanto, deteriorar el sentido de la vida. La perfección, en efecto, es una cosmovisión que no esta de acuerdo con la naturaleza inconsistente y quebradiza del hombre.

Probablemente la pretensión de la perfección puede responder al descubrimiento de una conciencia que se sabe destinada a morir. Y posiblemente, a causa de la indigencia, la búsqueda de la perfección sea una tendencia no sólo cultural, sino inherente a la frágil condición del hombre. ¿Que sea el "remedio" de la razón al contemplar horripilada el foso de la propia indigencia? Concretamente, la perfección es la forma como la razón interactúa con el límite.

El límite desafía a la razón, la pone en una dramática encrucijada. Es como si la razón, que no ama ponerse límites, se perciba a sí misma restringida por el límite y se motive a superarlo o a intentar "arreglarlo" ontológicamente.

No en vano, el perfeccionista, en sede psiquiátrica, parece gobernado enteramente por la lógica, por el análisis y por el juicio. El perfeccionista se pasa espiando todo el día para no cometer errores. Debido a que ha desarrollado una baja tolerancia al límite (error, falla, equivocación, fracaso), el perfeccionista tiene un deficiente sentido del propio ser.

El perfeccionismo, como trastorno global de la persona, es la manera como la razón sacia su necesidad de estructurar y de simplificar la realidad permanentemente cambiante, caótica, imprevisible, naturalmente desordenada, y de ponerla en jaque-mate hasta lograr su control.

Encorralado entonces por su indigencia, el hombre se anima a escalar la perfección para alejarse lo más posible de la quebradiza planta baja de su ser. De aquí que, a causa de la perfección, el hombre viva a disgusto con su propia falibilidad e incida en el autorechazo.

Precisamente por percibirse limitado, el hombre está profundamente enamorado de la perfección, de "ser como Dios", para decirla en términos bíblicos y sólo las adversidades y los verdaderos desastres de la vida pueden ocasionarle el beneficio de la desilusión de su "amada".

Si la hominización se alcanzó con la conciencia de la necesidad, la humanización se lleva a efecto en la aceptación de la indigencia. Así se realiza la construcción antropológica del hombre. En la actitud y acción de indulgencia o compasión ante la propia indigencia.

La única manera de "justificar la vida", según una expresión de Simone de Beauvoir, es aceptándola desde su misma raíz: en la indigencia. Sólo en la aceptación de la indigencia se cumple el sentido del ser. Pero, revalorizando el ser tal cual es, insuficiente, acotado por el límite, se resignifica también la existencia.

El sentido de humor: el humor como fuente de sentido.
En lo tocante al humor, se hace también necesario disipar un malentendido. El humor al que nos referimos no es propiamente el que resulta a consecuencia de un buen chiste, que seguramente está cargado de sentido de humor. También el chiste tiene sus beneficios psicológicos sobre la salud del individuo. El chiste nos ayuda a pasarla bien. Podemos usar la herramienta del chiste para soltar una carcajada o sonreír. Este puede ser, por ejemplo, el efecto del siguiente chiste: dos amigos se encuentran:


Oye, ¿tú te acostaste con tu mujer antes de casarte?
Yo no, para nada, ¿y tú?
¡Hombre! ¿Yo que iba a saber que te ibas a casar con ella?


Una vez introducido en el sistema mental, es decir, "captado" el sentido del chiste, pareciera que todo el organismo percibe, a través de un disparate, un breve estado de armonía.

La euforia provocada por el chiste produce una experiencia intensa de bienestar, un estado de ánimo momentáneamente satisfactorio, placentero. Incluso, en este preciso momento, el sistema mental del lector de este ensayo entra en disposición a un nuevo chiste, como si dijéramos, se le abre el apetito.

El chiste es diferente de la ironía. En ambos hay paradoja, pero en el primero domina el doble sentido o la alusión a un sentido oculto, casi siempre relacionado con el sexo, mientras en la ironía lo paradójico es avasallante. Si digo: "Todo asunto tiene dos puntos de vista: el equivocado y el mío", supero en fineza al chiste no solo con el grado de paradoja sino, además, con las dosis de cinismo, mordacidad, agudeza y picardía que igualmente, además de hacer reír, puede hacer reflexionar sobre uno mismo o sobre la vida en general.

Efectivamente, la ironía sobrepasa en paradoja al chiste. Un par de ejemplos de ironías no vienen mal: "Si no te equivocas de vez en cuando, es que no lo intentas" (Woody Allen) y: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros" (Gruocho Marx).

Pero aun cuando la ironía hace reír ("Pueden elegir el color que deseen, caballeros, a condición de que sea negro") no provoca, sin embargo, esa especie de descalabro o quebranto de la seriedad que es propia del chiste.

La ironía es un reír sin ruido, lo que equivale a sonreír, el chiste, por el contrario, nos hace quitarnos las mascaras. La función del chiste es quitar importancia. Desacralizar. Despojar de lo barroco a lo que se presenta como exagerado o desmesurado. Aminorar la reacción extravagante, excesivamente racional o lógica, ante ciertas situaciones, hechos o personas cuyo resultado es un grado de nocividad o daño para el sujeto mismo.
 
Pero el chiste va más allá: a través del chiste se derriban tabúes, pues el chiste arremete contra lo que no se debe nombrar socialmente, saca a lucir lo prohibido. De hecho, es inevitable que cuando se empieza a contar chistes, de los blancos o "chistes de salón" se transite irrevocablemente hacia los "chistes verdes" o pelados (muy verdes).
 
El chiste vulgar es un acto de sana rebelión contra la coacción que ejerce el mundo social sobre el orgasmo, la nutrición (concretamente, la micción y la defecación) y los órganos sexuales. De aquí que ante la mojigatería social, la genitalidad obtenga su carta de inmigración por medio del chiste.
 
En el plano social o relacional, los beneficios de la jocosidad, producto del chiste, de la ironía y de la broma son la cordialidad, la unión y una especie de tolerancia y conformidad.
 
En el plano psicoterapéutico, el chiste, la ironía y la broma son técnicas dereflexivas, según la Logoterapia: favorecen un momento de distancia, de trascendencia frente a las circunstancias o hechos disgustosos y hasta una sana inconsciencia de uno mismo, acompañada de una sensación de entrar en la realidad de manera más ligera, menos grave. Aunque sea por poco tiempo, el chiste le quita importancia a los problemas agobiantes.
 
No es este el caso del sarcasmo que, con su matiz de burla o chacota, hace que el blanco o destinatario del sarcasmo experimente un ataque a su autoestima. El sarcasmo es malévolo desde la intención misma. El sarcasmo es cruel, mordaz, fundamentalmente humillante. Por el hecho de herir o de abrir cicatrices, el sarcasmo es portador de desprecio y, por lo mismo, fuente de inseguridad y su efecto en la relación interpersonal es la alteración destructiva del estado de ánimo: la venganza.
 
El humor, en cambio, rescata lo más sabroso de la vida. Nos ayuda no solo a disfrutar, incluso, nos rescata a nosotros mismos de vivir sofocados por un excesivo sentido de seriedad. El humor hace que se vuelva a confiar en la vida. El humor, podemos decir, es un energético, como el gingseng. Sin embargo, al concluir estas aclaraciones acerca del humor debemos dejar asentado algo fundamental: el chiste, la ironía o la broma no son el único espacio o el terreno exclusivo del humor. O sea, para tener humor no es obligatorio recurrir a un chiste. Todo lo contrario: el chiste, la ironía y la broma son productos del humor, y no el humor producto del chiste, la ironía y la broma.
 
El humor como forma de conocimiento.
El humor, sin embargo, tiene más hondura en la existencia que la simple ayuda a pasarla bien, como mencionábamos anteriormente. No sólo deja entrever un estilo de vida menos problemático, sino que facilita el reírnos de los problemas. El humor hace fácil que aprendamos de nuestros errores. Y más todavía: que tengamos otra visión de nuestro ser indigente y que nos ubiquemos ante esta realidad. El humor es un estado profundo de comprensión de la indigencia y del problema mismo del limite.
 
Pero al hablar del humor nos referimos a algo que va más allá del resultado por un buen chiste, de la broma o de la ironía soltada en una determina ocasión. En todos ellos hay una porción de humorismo, pero el humor como tal es causa, más que efecto. A este propósito se suele hablar de sentido de humor, para indicar, por lo menos dos cosas: que una persona es capaz de "encontrar" o "percibir" humor en hechos, situaciones o relaciones aparentemente negativas y que el humor hace posible que de esos hechos, situaciones o relaciones surja un sentido.
 
El sentido de humor alude no solo a un sentimiento (de goce, de alegría, de disfrute), sino a la posibilidad misma de discernir y de significar una situación, un hecho o una acción, pasada o presente. La función del humor es, pues, la de dar sentido. Una forma de establecer un nexo entre la circunstancia y la persona, una manera de explicarse algo a sí mismo o, mejor aún, de comprender algo de nosotros mismos.
 
El sentido de humor infunde significación, estima, valoración o aprecio a una determinada situación de la existencia y por el ser mismo. El humor recupera o saca algo bueno donde todo parece perdido. El humor descubre, evidencia, y de aquí su función de significar, de señalar lo que pareciera estar oculto o pasar desapercibido. Ahora bien, ¿cuál puede ser ese señalamiento, en qué puede consistir ese descubrimiento?
 
En términos generales pudiéramos decir que el sentido de humor dispone a que se termine aceptando el riesgo y las consecuencias de vivir. El humor vuelve amiga la vida. En opinión de Max Haushofer: "El humorismo es indulgente con la vida de manera indescriptible". Así de esencial es su contribución a la existencia.
 
Con sobrada razón Romano Guardini sostendrá que sin el humor no marcha nada en absoluto, pues, "quien mira a los hombres solamente en serio, sólo en forma moral o pedagógica, a la larga no lo aguanta. Debe tener ojos para lo peculiar de la existencia. Pues todo lo humano lleva consigo algo de cómico" y concluye: "La risa amistosa por la rareza de lo humano: eso es el humor".
 
Siendo así, el humor no radica en algo que está fuera a nosotros y que se desencadena en una determinada circunstancia, como puede ser la trágica resbalada de una persona con su grotesca y cómica manera de caer por el suelo. Bergson se ocupó de la risa que provoca automáticamente un ser humano en caída libre. Un animal cayendo no nos causa risa, sino lástima, en cambio, una persona que se resbala en la clásica cáscara de banano puede hacer que nos destornillemos de la risa.
 
El humor está dentro de mí o no está en ninguna parte. Pero, si es así, cabe preguntarse: ¿"donde", en qué parte localizarlo? ¿Dónde brota y, a su vez, donde declina el humor?
 
Según un reciente enfoque de la psicología humanista existencial, el primer arranque de humor, su nacimiento, habría que localizarlo en el tipo de perspectiva, esto es, en el punto de vista desde el cual percibo como percibo. El sentido del humor (al igual que la compasión) se arraiga en la misma perspectiva, desde la cual se configura mi percepción, se origina "ahí" donde surge mi "manera" de percibir, organizar, estructurar, formar, el cúmulo de estímulos generados por lo real.
 
Pero también "ahí" mismo, en el tipo de perspectiva, el humor se aborta y decae. En última instancia, la perspectiva es la responsable de matizar de gracejo, de salero, de jovialidad, de ingeniosidad y de ocurrencia irónica o chistosa las actitudes, los patrones de pensamiento y de sentimientos, y la conducta o de teñirlos de seriedad, tiesura y gravedad ante las situaciones, hechos y experiencias de la vida.
 
El humor cae o se mantiene con la perspectiva. La perspectiva es la fuente del buen humor y del mal humor, pues es la manera como mi percepción entra en contacto con lo real, la manera como mi percepción "mira" lo real. Pero ahondemos un poco más en el asunto de la perspectiva.
 
La perspectiva determina la percepción. Tenemos una percepción diferente cuando aceptamos, de cuando rechazamos. El tipo de percepción corresponde a la perspectiva. La perspectiva es una forma de preconocimiento y, por lo tanto, una forma de "pre"pararse o disponerse a percibir.
 
La Terapia de la imperfección, en el ámbito de la psicología humanista existencial, hipotiza que el trastorno del perfeccionismo está fomentado por la perspectiva de la indefectibilidad, propia de los procesos racionales. En este caso, la perspectiva, no la percepción, es, en último término, la que dispone hacia el disgusto, el rechazo, ante todo lo que se presenta defectuoso, fallido, errado.
 
A este propósito, la Terapia de la imperfección, sostiene que no basta, pues, para tratar el perfeccionismo, limitarse a modificar la distorsión cognitiva, a una limpieza de las categorías irracionales que contaminan las actitudes del sujeto afectado por este trastorno.
 
El cambio debe producirse a un nivel más profundo, a nivel epistemológico precisamente, o sea, al nivel de la perspectiva, que es en definitiva donde se forja incipientemente la distorsión. ¿A qué distorsión nos referimos? A la demanda o expectativa de que las personas, cosas y circunstancias de la vida sean intachables, sin defectos, imperfecciones, o fallas. Que funcionen como "deberían" funcionar.
 
El hecho de que los niños sean verdaderos agentes de la alegría, se rían espontáneamente y tengan facilidad para ser ocurrentes y creativos frente a la vida, mientras los adultos son cautelosos, circunspectos y encuentran dificultades para reírse, es debido a que los primeros se manejan desde una perspectiva diversa de la perspectiva cultural desde la cual se manejan los segundos. Desde este punto de vista, los niños son expertos de humorismo.
 
Los niños y las personas sanas se mueven desde la perspectiva de la defectibilidad, mientras los neuróticos en general, y el perfeccionista en modo particular, lo hacen desde la perspectiva de la indefectibilidad.
 
Desde este punto de vista, no nos sorprende que el cambio que pide el Evangelio a los adultos, la condición para entrar en el Reino de los Cielos, consista en "volverse como niños" (Mt, 18, 3), "porque el Reino de los Cielos es de los que se asemejan a los niños" (Mt. 19, 14), "pertenece a los que son como ellos...quien no lo recibe como un niño, no entrará en él" (Lc. 18, 16).
 
Independientemente de su contexto religioso, no se puede negar que el Evangelio es un imparagonable texto de humanidad. La recomendación de "volverse como niños" - no niños inconscientes, claro está - podemos traducirla como la invitación a ver de manera distinta, a provocar un renacimiento, un cambio profundo que alcanza el sistema mental, pensamientos y sentimientos, en el mismo "lugar" donde se origina la manera como pensamos lo que pensamos y como sentimos lo que sentimos. Llamamos perspectiva a este "lugar" donde se "apoya" la percepción.
 
El niño y la persona psicológicamente saludable no están interesados en corregir, cambiar o arreglar a las personas. Las toman como realmente son: defectuosas. La persona mentalmente sana consideran que "la vida es el arte de ser bien engañados" (W. Hazlitt). El neurótico, y el perfeccionista en el caso específico, piensan en términos: "El mundo se va acabar si yo no me apuro en arreglarlo".
 
El perfeccionismo malogra el humor.
La perspectiva de la indefectibilidad, característica del sujeto perfeccionista, no se lleve con el sentido de humor. Aun más, el sentido como tal se descubre con el humor y se pierde o caduca con la falta de humor. El perfeccionismo, en efecto, no es fuente de sentido. Éste es propio de la perspectiva de la defectibilidad, la cual favorece un entendimiento, una especie de pacto de tolerancia, con la irregularidad, el menoscabo de la realidad y el caso de la vida.
 
La perspectiva de la indefectibilidad (propia de los procesos racionales) es un obstáculo en la manera de colocarse ante la realidad limitada. El perfeccionista vive desde una "lógica anticipada" de cómo deberían ser las cosas. El perfeccionismo es una forma ingenua y terca de percibir la realidad. ¿Cómo deberían ser las cosas según él? Correctas, sin fallas, impecables, intachables. Ahora bien, ¿en qué lugar de este universo se encuentran las cosas así?
 
Aunque el perfeccionista hace las cosas con verdadero esmero, nunca obtiene la sensación de satisfacción. Nunca llega a sentirse adecuado. A todo lo que hace le encuentra un "pero".
 
Debido a que las cosas, las situaciones y las personas nunca corresponden con como deberían ser, el perfeccionista vive en pugna consigo mismo, con los demás y con el entorno.
 
A nivel cognitivo, lo defectuoso resulta ininteligible al perfeccionista. A nivel emocional, termina vivenciándose como inadecuado. Todo lo que hace es "insuficiente". Sus logros no resultan ser lo "suficientemente suficiente". De aquí que arremeta contra la realidad. ¿De qué manera? Según el Manual de Desordenes Mentales de la Asociación de Psiquiatría Norteamericana , quien sufre este trastorno genera una fuerte preocupación por el orden y el control mental e interpersonal.
 
Para el enfoque de psicología humanista existencial que estamos manejando, la consecuencia de este trastorno es una necesidad de estructurar la realidad. De volverla consistente y segura como un edificio de cemento armado, en otras palabras, de petrificarla.
 
El proponerse que las cosas, las personas y las situaciones sean indefectibles, alimenta la disposición a enjuiciar, a criticar y, por lo tanto, a descalificar. Es aquí donde el perfeccionista invierte estérilmente mucha de su energía y puede disponerse a la depresión. El estrés de esta situación hace abortar la posibilidad del humorismo.
 
Pero de esta manera el perfeccionista pierde en calidad de vida. A la larga descuida la posibilidad de gozar y de gustar los diminutos e incontables matices de la vida. Y perder en capacidad de humor equivale a perder en humanidad, porque quien no se deja tomar el pelo por las cosas, vive listo para el rechazo. Y con el rechazo se vigoriza la inclemencia, la falta de compasión.
 
A este punto, habría que resaltar, aunque sólo sea de paso, que la compasión y el humorismo son las dos caras de la misma moneda. Sin compasión, no hay humorismo y viceversa: la falta de humorismo revela el desierto de la compasión. El comienzo de la compasión reside en el humorismo, en aceptar la realidad tal cual es.
 
El humor, decíamos, genera sentido. El "sentido de humor" se propone como una forma de visión. El humorismo deja ver la vida de otra manera y deja ver cosas que de otra manera no se verían. Quien se maneja desde la perspectiva de la defectibilidad (propia de los procesos intuitivo-emocionales) percibe la incongruencia entre su expectativa y la realidad en términos ocurrentes, teñido de humor. Reconoce a la realidad limitada el derecho a ser defectuosa. De aquí que el sentido de humor sea un anhelo de comprender o acoger. ¿Comprender, acoger, qué cosa? La vida misma.
 
Sin sentido de humor estamos a merced del trastorno del perfeccionismo. Sin embargo, quien puede cambiar su perspectiva, puede cambiar su percepción, su manera de procesar, interpretar, leer, la realidad. Cambiar la manera de percibir la realidad requiere, pues, un desplazamiento del procesador racional al procesador intuitivo-emocional. En otras palabras, reducir el recurso (que en nuestra cultura Occidental es excesivo) al procesador racional y apelar al procesador intuitivo emocional. Como quien dice: desplazarnos del hemisferio izquierdo, sede de la lógica y desplazarnos al hemisferio derecho, raíz de la paradoja, del humor y de la compasión.
 
El humor nos afloja de la seriedad y gravedad racionales que desarrolla el pensamiento perfeccionista. Convendría entonces, en orden a verificar nuestro tipo de perspectiva, preguntarnos: ¿con cuanto humor percibo la vida?

O la misma pregunta, por lo que mencionamos poco antes, podemos formularla también en términos de compasión: ¿con cuanta compasión trato la vida? Como consecuencia, tomarnos siempre en serio y demasiado en serio obstruye el ejercicio de la compasión. La falta de compasión nos vuelve trágicos. En fin de cuentas, como advierte Brendan Gill: "no existe la menor prueba que apoye la idea de que la vida es seria". La compasión ante la desgracia, el error, el fracaso o la falta es una forma elevada, aguda e ingeniosa, de humorismo.
 
Quiero decir que no se puede perdonar, acoger y aceptar la defectuosidad de la vida sin una dosis de auténtico humorismo. En el fondo, como señala Schopenhauer: "La causa de la risa no es otra cosa que la súbita percepción de la incongruencia entre un concepto y su objeto real".
 
De aquí que la disposición a la compasión deje al descubierto nuestra índole humorista. Así, la práctica del humor nos lleva a ser benignos con nosotros mismos y con los demás. Quien vive sin sentido de humor tiene dificultades para ser compasivo.
 
Un cambio de perspectiva cuesta trabajo y genera cierta ansiedad, pero no hacerlo equivaldría a perder mucho más: a renunciar a la posibilidad de vivir más alegre y compasivamente. Esto es lo bueno del humor precisamente: que ayuda a decir si a la condición indigente del ser y al conjunto de los limites existenciales.
 
Concluyendo: la humanidad del hombre se forja reconociendo y aceptando la propia indigencia. La indigencia es la riqueza del hombre: la vida no puede volver más pobre a quien lo único que posee de seguro, no postizo ni artificial, es su propia indigencia.
 
Tomando la decisión de aceptarse a pesar de todo, el hombre se orienta y alcanza el sentido de su ser, lo revaloriza. Abrazando su indigencia, el hombre no sólo se orienta, sino que pone las bases para hallar el sentido de su vida. En la tarea de aceptarnos, el humorismo o su otra expresión, la compasión, juega un papel fundamental en la tarea de construirnos como seres humanos.
 
Ricardo Peter
ricardopeter@msn.com
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Las estacas

Un día el Diablo dijo: “¿Qué es esto? ¡Qué injusto! Haga lo que haga la gente, siempre que ocurre algo malo me echan la culpa a mí. ¿Qué culpa tengo yo? ¡Soy inocente! Mira, te mostraré como me culpan por todo”.

Había un fuerte carnero sujeto a una cuerda, que a su vez, estaba atada a una estaca. El Diablo aflojó la estaca y dijo: “Esto es todo lo que voy a hacer”.

El carnero dio un tirón y arrancó la estaca del suelo. La puerta de la casa de su propietario estaba abierta y, en la entrada, había un hermoso espejo, enorme y antiguo. El carnero vio su reflejo en el espejo, agachó la cabeza y atacó. La luna quedó destrozada.

La dueña de la casa corrió escaleras abajo y vio su hermoso espejo, que había estado en la familia durante años, completamente destrozado.

Enfurecida, les gritó a los sirvientes: “¡Cortadle la cabeza a ese carnero! ¡Matadlo!”.

Así que los sirvientes mataron al animal.

Pero aquel carnero era una bestia especialmente querida de su marido, que le había dado de comer de su mano cuando era pequeño. Así que al llegar a casa halló a su hermoso carnero muerto. “¿Quién le ha matado? ¿Quién ha podido hacer algo tan terrible?”.

Su mujer gritó: “Yo maté a tu carnero. Lo hice porque había destrozado ese espejo tan hermoso que me habían legado mis padres”.

El marido, airado, replicó: “En ese caso, me divorcio de ti”.

Los chismosos del vecindario les dijeron a los hermanos de la mujer que su marido iba a divorciarse de ella por causa del carnero que había matado.

Los hermanos se pusieron furiosos. Reunieron a sus parientes y salieron  por el marido, armados con fusiles y espadas.

El marido oyó que venían y llamó a sus propios parientes a defenderle.

Las dos familias comenzaron una disputa en la que se quemaron muchas casas y murieron muchas personas.

El Diablo dijo: “¿Ves? ¿Qué he hecho yo? Tan sólo mover la estaca. ¿Por qué voy a ser responsable de todas las cosas terribles que se hicieron los unos a los otros? Yo tan sólo aflojé un poquito la estaca”.

Vigila tus estacas.

* Extracto de la obra El amor es el Vino, de Sheij Muzaffer Ozak recopilado por Sheij Ragip Frager. Ediciones Al Sur.

Colaboracion de Rachmatemmanuel

El hijo de Eva

Esta no es una historia de ciencia ficción. Los protagonistas son inventados pero el contexto es verídico. Los hechos son ficticios pero posibles. La realidad inquietante pero presente. Comencemos, entonces, con la protagonista principal: Eva Natus. Una ejecutiva gringa, de 40 años, sin hijos, divorciada desde hace una década y directora de mercadeo de una importante firma editorial. Desde hace ya varios años, Eva había decidido no tener hijos. No tanto por convicción, como por conveniencia: la posibilidad aplazada una y otra vez se fue convirtiendo en una decisión tomada de una vez por todas. Pero, ya en la mediana edad, Eva cambió de opinión. Y decidió apostarle a la maternidad. O, al menos, a la versión moderna de la misma.

Eva siempre tuvo dudas acerca de su fecundidad. Además nunca ha estado plenamente satisfecha con su patrimonio genético. Sus facciones carecen de la simetría que demanda su refinamiento. Muchos de sus parientes han muerto tempranamente de enfermedades cardiacas. Y su capacidad cognitiva (según los exámenes de inteligencia que ha tomado desde niña) es apenas superior al promedio. Eva no tiene un compañero sexual permanente. Los hombres que la rodean son ejecutivos carismáticos. Pero envejecidos. Sus espermatozoides ya no son los de antes. En la cama, los hombres de Eva funcionan de manera aceptable. Pero como proveedores de material genético (como reproductores) son más pasado que presente.

Eva siempre ha sido pragmática. Sabe que su hijo tiene que estar preparado para las inclemencias de la vida en la meritocracia. Así como muchos padres escogen las mejores guarderías y escuelas para sus hijos, asimismo Eva decidió escoger los mejores genes para el suyo. Sin reatos morales, pagó 15.000 dólares por el óvulo de una mujer hermosa, de 25 años, con un doctorado en ciernes y varios títulos deportivos a su haber: una versión mejorada de sí misma. Y pagó 500 dólares por el esperma de un hombre atractivo, con dos posgrados concluidos y ex capitán del equipo de Rugby en la universidad: una suma irrisoria (eso paga Eva por una cena formal) a cambio de un “geno-tipo” perfecto.

La compra de las células de la vida fue intermediada por una firma de San Antonio, Texas (The Abraham Center of Life). Eva se reunió con una asesora comercial durante dos horas. Ambas examinaron varias fotografías, estudiaron las hojas de vida de los “donantes” (el eufemismo para los vendedores de genes) y tomaron una decisión rápida: como si se tratase de la compra a destajo de un computador. La misma firma se encargó de crear el embrión con base en el óvulo y el esperma escogidos. Una vez fecundado el óvulo y congelado el cigoto, la asesora le aconsejó a Eva utilizar una madre sustituta. “A su edad”, dijo, “no vale la pena correr riesgos innecesarios”. “Sólo son 10.000 dólares adicionales y tenemos mujeres jóvenes, sanas y responsables, listas para entregarle al bebé el ambiente intrauterino que se merece”.

Eva aceptó gustosa. El costo era inferior a una semana de su tiempo. Y la maternidad podría costarle muchos días de incapacidad. Un buen arreglo sin duda, tanto médico como económico. Como la madre sustituta está en su cuarto mes de embarazo, Eva (una mujer organizada) ya contrató a la enfermera que cuidará y alimentará a su bebé. Todo parece marchar bien. Sin contratiempos. Pero, en ocasiones, cuando su ritmo febril se lo permite, Eva (la pragmática) es asaltada por inquietudes filosóficas. Éstas, sin embargo, son desmentidas rápidamente. Eva entiende la importancia de la división del trabajo. Y sabe muy bien que todo lo hecho (lo divino y lo humano) ha sido por el bien de su hijo. Si así podemos llamarlo todavía.


Alejandro Gaviria / agaviria.blogspot.com

EL malhumor

EL malhumor

por Pablo Felipe Pérez Goyry.

EL malhumor "no existe" ni viene solo a nuestras vidas. Vive en la sociedad de manera individual y es consecuencia directa de fallas espirituales y existenciales, como: el egoísmo, la falta de caridad, la intolerancia, el orgullo, la vanidad, la falta de buena voluntad y fraternidad para la convivencia.

Los malhumorados y el malhumor, son los defectos humanos que más dolor causa a la sociedad. Independientemente de la trascendencia que sobre todos los seres del planeta producen estas acciones. Un malhumorado hace sufrir a muchas personas inocentes que viven a su derredor, causándoles una existencia triste y amarga.

El personaje de Goethe, Werther, decía que: ¿En qué forma se puede calificar a una cosa que daña al prójimo y a nosotros mismos? No es suficiente podamos hacernos felices los unos a los otros.

El malhumorado es un dependiente, un "vicioso" que causa desgracia al género humano. Nada justifica que una persona tenga rabietas, haga escándalos, y trate a los demás con ofuscación, enojo e intolerancia. Las personas que tienen malhumor, lejos de ser temperamentales, son personas incapaces de controlar sus impulsos y carácter. Tanto es así, que lo podemos deducir de esta frase: No digas: ... son cosas de mi carácter. Son cosas de vuestra falta de carácter, sé humano por sobre todas las cosas.

La proliferación del malhumor, en medio de un mundo globalizado y neo-liberal, es un peligro.

Todos tenemos la obligación de frenar esta tendencia. Es urgente implementar en la educación, desde la niñez, medidas que permitan una atención especial al control del carácter. Sobre todo cuando se presentan, en los niños y jóvenes, explosiones de irritación.

El malhumor hay que erradicarlo y solo es posible si se actúa con tacto y firmeza. De esta manera ayudamos a las actuales y futuras generaciones, para sepan tener control de sus reacciones. No-solo desde el punto de vista físico, también espiritual.

Con este accionar educativo aportaremos el germen necesario que permita una verdadera convivencia planetaria.

Nuestra responsabilidad comienza por ser tolerantes con nosotros mismos. Practiquemos el amor y la amistad. Es la única manera de ser benevolentes.

Todos tenemos sectores o lunares oscuros en nuestras vidas, porque no somos perfectos. Pero tenemos que dominar nuestro carácter. La amistad es una responsabilidad nuestra y debe ser premisa fundamental cultivarla. No tener interés y valor de controlar nuestro temperamento, impide encontrar la esencia de nuestra existencia.

Al no controlar el malhumor, estamos asumiendo una irresponsabilidad en nuestras vidas. Es el camino que conduce a la involución plena de nuestra alma.

Nosotros, día más, día menos, estamos irritables e incluso el más mínimo detalle nos puede exasperar. Debemos estar conscientes de que esto forma parte de la imperfección humana. Pero con férrea voluntad y las virtudes maravillosas que Dios nos entrega, podemos controlar y eliminar, con creces, estos defectos.

Sí actuamos cada día con sabiduría, altruismo, buena voluntad y fraternidad; nuestras vidas serán más armónicas y equilibradas, también contribuimos a la de todo el universo.

Bienaventurado aquel que manifiesta respeto así mismo y lo entrega con amor a la totalidad. Si actuáramos de esta manera, lograremos el crecimiento no solo corporal, también de nuestra alma.


Abrazo fraternal desde el Alma, con los mejores pensamientos.

Pablo Felipe Pérez G.
Medellín, Colombia.

 

Tienen que encontrar eso que aman

Tienen que encontrar eso que aman

Discurso en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford / por Steve Jobs
Ofrecido el 12 de junio de 2005 por el Director Ejecutivo de Computadoras Apple, del Estudio de Animaciones Pixar y creador del iPod.

Me siento honrado de estar con ustedes hoy en su ceremonia de graduación en una de las mejores universidades del mundo. Yo nunca me gradué de una universidad. La verdad sea dicha, esto es lo más cerca que he estado de una graduación. Hoy deseo contarles tres historias de mi vida. Eso es. No es gran cosa. Sólo tres historias.

La primera historia se trata de conectar los puntos

Me retiré del Reed College después de los primeros 6 meses y seguí yendo de modo intermitente otros 18 meses o más antes de renunciar de verdad. Entonces ¿por qué me retiré?.

Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era joven, estudiante de universidad graduada, soltera, y decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací, decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: "Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?". Ellos dijeron "Por supuesto". Posteriormente, mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado de una universidad y que mi padre nunca se había graduado de la enseñanza media. Se negó a firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.

Luego a los 17 años fui a la universidad. Sin embargo, ingenuamente elegí una universidad casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres de clase obrera fueron gastados en mí matrícula. Después de 6 meses yo no era capaz de apreciar el valor de lo anterior. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y no tenía idea de la manera en que la universidad me iba a ayudar a deducirlo. Y aquí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Así que decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. Fue bastante aterrador en ese momento, pero mirando hacia atrás fue una de las mejores decisiones que tomé. Apenas me retiré, pude dejar de asistir a las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a asistir irregularmente a las que se veían interesantes.

No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el piso de los dormitorios de amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos en la noche para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayor parte de las cosas con que tropecé siguiendo mi curiosidad e intuición resultaron ser inestimables posteriormente. Les doy un ejemplo: en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Debido a que me había retirado y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía para aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación de la cantidad de espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Fue hermoso, histórico, artísticamente sutil de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.

Nada de esto tenía incluso una esperanza de aplicación práctica en mi vida. No obstante, diez años después, cuando estaba diseñando la primera computadora Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo diseñamos en la Mac. Fue la primera computadora con una bella tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, la Mac nunca habría tenido tipos múltiples o fuentes proporcionalmente espaciadas. Además, puesto que Windows sólo copió la Mac, es probable que ninguna computadora personal la tendría. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y las computadoras personales no tendrían la maravillosa tipografía que tienen. Por supuesto era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.

Reitero, no pueden conectar los puntos mirando hacia el futuro; solamente pueden conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos de alguna manera se conectarán en su futuro. Tienen que confiar en algo - su instinto, su destino, su vida, su karma, lo que sea. Esta perspectiva nunca me ha decepcionado, y ha hecho la diferencia en mi vida.

La segunda historia es sobre amor y pérdida

Yo fui afortunado descubrí lo que amaba hacer temprano en la vida. Woz y yo comenzamos Apple en el garaje de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había crecido a partir de nosotros dos en un garaje, transformándose en una compañía de US$2 mil millones con más de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más grandiosa creación - la Macintosh - un año antes y yo recién había cumplido los 30. Y luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que comenzaste? Bien, debido al crecimiento de Apple contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para dirigir la compañía conmigo, los primeros años las cosas marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un tropiezo. Cuando ocurrió, la Junta del Directorio lo respaldó a él. De ese modo a los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera. Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda mi vida adulta, fue devastador.

Por unos cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a la generación anterior de empresarios - que había dejado caer el testimonio cuando me lo estaban pasando. Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo echado a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso pensaba en alejarme del valle. No obstante, lentamente comencé a entender algo - Yo todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y así decidí comenzar de nuevo.

En ese entonces no lo entendí, pero sucedió que ser despedido de Apple fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de ser exitoso fue reemplazada por la liviandad de ser un principiante otra vez, menos seguro de todo. Me liberó para entrar en uno de las etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes cinco años, comencé una compañía llamada NeXT, otra compañía llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el mundo animada por computadora, Toy Story, y ahora es el estudio de animación más exitoso a nivel mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple. Además, con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No pierdan la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tienen que encontrar eso que aman. Y eso es tan válido para su trabajo como para sus amores. Su trabajo va a llenar gran parte de sus vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creen es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran trabajo es amando lo que hacen. Si todavía no lo han encontrado, sigan buscando. No se detengan. Al igual que con los asuntos del corazón, sabrán cuando lo encuentren. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años. Así que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se detengan.

La tercera historia es sobre la muerte

Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo parecido a "Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto". A mí me impresionó y desde entonces, durante los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: "Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy?" Y cada vez que la respuesta ha sido "No" por varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.

Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo -todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso- todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para no seguir a su corazón.

Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un scanner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. Yo ni sabía lo que era el páncreas. Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no superarían los tres a seis meses. Mi doctor me aconsejó irme a casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para la muerte. Significa intentar decirle a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, decirlo en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.

Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego al atardecer me hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos, pincharon con una aguja mi páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien.

Fue lo más cercano que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas cuantas décadas más. Al haber vivido esa experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la muerte era un útil pero puramente intelectual concepto:

Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser porque la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, ustedes son lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, gradualmente ustedes serán viejos y serán eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es muy cierto.

Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan viviendo la vida de otra persona. No se dejen atrapar por dogmas - es decir, vivir con los resultados del pensamiento de otras personas. No permitan que el ruido de las opiniones ajenas silencien su propia voz interior. Y más importante todavía, tengan el valor de seguir su corazón e intuición, que de alguna manera ya saben lo que realmente quieren llegar a ser. Todo lo demás es secundario.

Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada The Whole Earth Catalog, que era una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand no muy lejos de aquí en Menlo Park, y la creó con un toque poético. Fue a fines de los 60, antes de las computadoras personales y de la edición mediante microcomputadoras, por lo tanto, en su totalidad estaba editada usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras polaroid. Era un tipo de Google en formato de edición económica, 35 años antes de que apareciera Google: era idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes conceptos.

Steward y su equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth Catalog, y luego cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo tenía la edad de ustedes. En la tapa trasera de la última edición, había una fotografía de una carretera en el campo temprano en la mañana, similar a una en que estarían haciendo dedo si fueran así de aventureros. Debajo de la foto decía: "Sigue hambriento. Sigue alocado". Fue su mensaje de despedida al finalizar. Seguid hambrientos. Seguid alocados. Siempre he deseado eso para mí. Y ahora, cuando se gradúan para empezar de nuevo, es lo que deseo para ustedes.

Seguid hambrientos. Seguid alocados.

Muchas gracias.

Siete Virtudes, Siete Pecados

Siete Virtudes,  Siete Pecados

- Humildad (Latín, humilitas) contra el pecado de soberbia

- Generosidad (Latín, liberalitas) contra el pecado de avaricia

- Castidad (Latín, castitas) contra el pecado de lujuria

- Paciencia (Latín, patientia) contra el pecado de ira

- Templanza (Latín, frenum) contra el pecado de gula

- Caridad (Latín, humanitas) contra el pecado de envidia

- Diligencia (Latín, industria) contra el pecado de pereza

Enviado por FES

Carta de un alumno a su maestro.

Enséñame cómo aprender y no qué aprender; enséñame a pensar y no tan sólo qué debo pensar. Así desarrollaré mi inteligencia y no simplemente mi memoria.

No me regañes delante de mis compañeros. Me haces sentir humillado y temeroso de ser rechazado por ellos. Aceptaré mejor tus correcciones, si me las haces calmadamente y en privado.

Señálame mis cualidades y reconoce mis habilidades. La confianza que así desarrollo en mis capacidades me anima a esforzarme y me hace sentir valioso y adecuado.

No me insultes con palabras, ni con gestos despectivos. Me haces sentir menospreciado y sin ánimo para corregir mis faltas o debilidades. Ten en cuenta mi esfuerzo y mi progreso, no sólo el resultado final. A veces con poco esfuerzo logro mucho..., pero es más meritorio cuando pongo todo mi empeño, así logre poco.

No me examines procurando rajarme, ni te ufanes de haberlo logrado. Mis notas deben reflejar mi desempeño y no lo harán si las utilizas para desquitarte. Anota lo que hago bien y no sólo lo que está mal. Cuando subrayas mis éxitos y no mis fracasos, me siento motivado a seguir mejorando. Cuando me corrijas o me disciplines, hazlo sin maltratarme física o emocionalmente. Si atacas mi persona o mi personalidad, deterioras mi autoestima y no mejoras mi disciplina. Confía en mí y demuéstrame tu confianza.

Cuando me repites la misma cosa una y otra vez, me doy cuenta de tu desconfianza y esto me precipita a fracasar. Trátame con cariño, cortesía y respeto. En esta forma te admiraré y, por lo tanto, desarrollaré un profundo respeto por ti.

No me amenaces, pero si lo haces, cúmplelo. Si no cumples lo prometido, aprenderé que, haga lo que haga, siempre puedo salir eximido. No me ruegues ni me implores que me porte bien. Te obedeceré cuando me lo exijas con firmeza y sin hostilidad.

Procura hacer clases amenas e interesantes, en las que yo pueda participar. Me aburro cuando todo es rutina, sólo tú hablas y yo nada puedo aportar. Cuando te haga preguntas, no me digas "eso ya lo expliqué". A veces tus explicaciones no son claras o suficientes para mí: si pregunto es porque quiero entender y aprender.

No tengas preferencias. Cuando alabas a unos e ignoras a otros, deterioras nuestras relaciones y haces de mis compañeros mis enemigos. Cuando me criticas para corregirme, me defiendo y no acepto mis defectos. Sólo si acepto mis fallas, podré tratar de corregirlas. Ten en cuenta que aprendo más de quien aprecio que de quien me desprecia.

No aceptes mis excusas ni mis ruegos por el incumplimiento en mis tareas. Cuando debo asumir las consecuencias de mis faltas, aprendo a responsabilizarme por mis deberes.

Escucha lo que te digo con atención e interés. Si me ignoras o me callas cuando trato de expresarme, entiendo que mis ideas son tontas y que, por lo tanto, mi inteligencia es corta.

No me compares con mis compañeros, ni con mis hermanos en años anteriores. Recuerda que no soy ni puedo ser igual a nadie y que, aunque no tengo las mismas, también poseo grandes cualidades. Trata de conocerme y de apreciarme como persona. Conociendo mis habilidades particulares podrás ofrecerme oportunidades para triunfar. Al sentirme capaz e importante para ti, crecerá el concepto que me forme sobre mí.

Ayúdame a desarrollar mis cualidades y no simplemente mis capacidades. Ten en cuanta que... antes que un buen estudiante, debo ser un buen ser humano.


http://apoderadosprimeromedioasfa.blogspot.com:80/2007/06/carta-de-un-alumno-su-maestro-francia.html

Fragmento de Teeteto según Feyerabend

Fragmento de Teeteto según Feyerabend

"Un hombre libre siempre dispone de tiempo para conversar en paz y a sus anchas. Pasará, como haremos nosotros en nuestro díálogo, de un asunto a otro; abandonará, como nosotros, uno viejo por otro nuevo que lo atraiga más; y no se preocupará en absoluto de que la conversación se alargue, con tal de alcanzar la verdad.

El profesional o el experto, por el contrario; hablan siempre en lucha contra el tiempo, apremiados por el reloj; no hay lugar para demorarse en el asunto elegido, pues el ardversario, o el árbitro, se le echa encima, dispuesto a recitarle los puntos a los que es preciso atenerse.

Es un esclavo que discute con un compañero de esclavitud ante un juez en cuyas manos descansa la causa; y el resultado nunca es indiferente, pues siempre están en juego sus intereses personales y, en ocasiones, hasta su salario. Adquiere, en consecuencia, una sagacidad amarga y llena de tensión."

Ref:  http://ajlopez.zoomblog.com/