Los nacimientos / Pablo Neruda
Nunca recordaremos haber muerto.
Tanta paciencia para ser tuvimos anotando los números, los días, los años y los meses, los cabellos, las bocas que besamos, y aquel minuto de morir lo dejamos sin anotación: se lo damos a otro de recuerdo o simplemente al agua, al agua, al aire, al tiempo.
Ni de nacer tampoco guardamos la memoria, aunque importante y fresco fue ir naciendo; y ahora no recuerdas ni un detalle, no has guardado ni un ramo de la primera luz.
Se sabe que nacemos.
Se sabe que en la sala o en el bosque o en el tugurio del barrio pesquero o en los cañaverales crepitantes hay un silencio extrañamente extraño, un minuto solemne de madera y una mujer se dispone a parir.
Se sabe que nacimos.
Pero de la profunda sacudida de no ser a existir, a tener manos, a ver, a tener ojos, a comer y llorar y derramarse y amar y amar y sufrir y sufrir, de aquella transición o escalofrío del contenido eléctrico que asume un cuerpo más como una copa viva, y de aquella mujer deshabitada, la madre que allí queda con su sangre y su desgarradora plenitud y su fin y comienzo, y el desorden que turba el pulso, el suelo, las frazadas, hasta que todo se recoge y suma un nudo más el hilo de la vida, nada, no quedó nada en tu memoria del mar bravío que elevó una ola y derribó del árbol una manzana oscura.
No tienes más recuerdo que tu vida.
Plenos Poderes (1962), Pablo Neruda.
2 comentarios
Lisbeth -
Fabre de Guayaquil -
Puedes investigar, de ser cierto: ¿A que Logia pertenecía Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, o Pablo Neruda?