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Pensamiento Masonico

Krause y la rebelión de los historiadores

Eduardo Callaey
Gran Logia de La Argentina

Corrían los primeros meses del año 1810 cuando Carl Chirstian Krause recibió una urgente comunicación del secretario de su Logia, la "Zu den drei Schwerten", de Dresden, citándolo a una reunión del Consejo en el que ocupaba el cargo de Orador. Krause intuyó la causa de esa urgencia.Había cumplido por entonces los treinta años y, pese a su juventud, su nombre ya era sinónimo de prestigio y erudicción en las Grandes Logias de Alemania.Pero no todos celebraban su trabajo.En 1805, apenas cinco años antes, había sido iniciado en el seno de la Logia Arquímedes asombrando a sus nuevos hermanos con sus profundos conocimientos de teología, filosofía y matemáticas.
Interesado de inmediato en la investigación de cuanto documento masónico estuviera a su alcance, pronto comprendió la dimensión del pensamiento masónico y su utilidad como herramienta para ejecutar el sistema filosófico que venía construyendo en su mente desde que obtuviera el doctorado en filosofía en 1801, a los 21 años.  Krause sabía porqué lo citaba el secretario de su Logia.  Sus ideas se esparcían con rapidez con el impulso del nuevo siglo, pero con la misma rapidez avanzaban las sombrías sospechas de la vieja escuela que veía en el empuje de aquel joven Krause un elemento peligroso para el viejo status.  Para Krause la humanidad era una unidad orgánica; percibía en el hombre el grave problema de su visión fragmentada y creía que la francmasonería era la herramienta más apta para combatirlo.  Pensaba en una gran superestructura política, una suerte de Gran Confederación Universal capaz de contener las distintas parcialidades religiosas, raciales y sociales en una unión fraternal donde el bien común estuviese por encima de las facciones y de los intereses personales.

Había ido aun más lejos: sostenía que esos objetivos debían traducirse en un esfuerzo concreto de las Logias y que para ello era necesario comprender la modernidad, introducir el método científico y, tal vez lo más audaz, relegar a un segundo plano las cuestiones esotéricas en aras de un trabajo que él consideraba impostergable: la gran unión de toda la humanidad.
Su nueva Logia de Dresden, la "Zu den drei Schwerten" había tomado como propio el mensaje que pronto trascendería en los círculos más progresistas de la masonería alemana.

De la reunión participó también el H.Federico Mossdorf(1), quien junto con Krause había logrado una cierta independencia de la "Zu den drei..." a cambio de su permanente apoyo a los proyectos del Gran Maestre de las poderosas Grandes Logias de Alemania. Pero las cosas habían llegado al límite.La vieja guardia jaqueaba las licencias con las que el Gran Maestre favorecía a Krause y amenazaba con recurrir a los tribunales de Justicia Masónica y disolver aquella logia si no cesaba de inmediato en los ataques al orden establecido.
Ahora se agregaba un elemento de inquietud que colmaba la medida: Krause estaba trabajando en la edición de un libro crítico sobre los orígenes de la francmasonería, en el cual daría a conocer sus conclusiones en tomo al análisis de ciertos documentos antiguos de carácter "irrefutable".Lo que se ponía en juego era muy grave. En Alemania, al igual que en Inglaterra, Francia y América, habían extendido su hegemonía las corrientes que afirmaban que el origen de la Orden se remontaba a los más antiguos misterios de Egipto y de la India. Se multiplicaban los ritos y los "Altos Grados". Nuevos esquemas de poder con pretensiones de superioridad sobre los grados simbólicos surgían con fuerza en el seno de la hermandad. Los únicos trabajos recibidos con alegría eran aquellos que reafirmaban, sin importar demasiado los fundamentos, la relación de la francmasonería con las antiguas escuelas iniciáticas, fuesen egipcias, indias, griegas o esenias. Cualquier teoría en tomo a esta relación resultaba automáticamente verosímil(2).

Krause refutaba esta posición.  Reprochaba que los rituales carecieran de una historiografía científicamente analizada y creía que los antiguos registros podían reconstruirse con un criterio racional basado en una investigación histórica imparcial.  Creía con firmeza que todo ese laberinto esotérico no provenía de la francmasonería sino que había sido introducido en ella por presiones de las corrientes rosacruces, cabalistas y místicas de la época.  Descreía también de la cuestión templaria planteada por el Marqués de Ramsay.  Afirmaba que debía buscarse el origen de la hermandad en los Colegios de Arquitectos de la antigua Roma.  Su libro aportaría las "pruebas".
La reunión de Krause con sus hermanos fue sombría; conocían el precio de la rebeldía, pero los hombres de la "Zu den drei..." se negaban a abandonarlo a su suerte,

Enteradas del fracaso de las presiones, las logias que lideraban el ala conservadora le enviaron un emisario dispuesto a pagar un alto precio por el manuscrito, pero también fracasó este intento.  Antes de que expirara aquel año de 1810, su libro titulado "Los tres documentos profesionales más antiguos..." llegó a las logias alemanas y selló la suerte de Krause.  Pero sentó las bases para un profundo cambio que el tiempo demostró inevitable.  El historiador Gallatin Mackey describe aquellos días como la página más negra de la francmasonería alemana(3).

Fue objeto de terribles ataques.  El propio Gran Maestre se encargó de persuadir a la "Zu den drei..." para que lo expulsara junto a Mossdorf, lo cual fue ejecutado finalmente.  Se lo persiguió aun después de la expulsión, se amenazó a todo aquel que colaborara con sus investigaciones, se lo aisló y hasta impidieron mediante las influencias de la Orden que le fuese otorgado el título de catedrático.  Aun así, Krause fue un extraordinario profesor de filosofía.  Continuó escribiendo incansablemente y murió, excomulgado por sus hermanos, el 27 de septiembre de 1832.  Pero para ese entonces, sus ideas y esfuerzos junto a los de muchos hermanos comenzaban a gestar una nueva literatura masónica.  Mientras tanto, las historias y leyendas que él consideraba sin mucho sentido se replegaban, en la opinión de Mackey, hacia los estratos más místicos de la Orden.

"Krause se convirtió, con el paso del tiempo, en el paradigma de una gran contradicción: la de una masonería que desde entonces posee en su seno ardientes defensores de aquella continuidad iniciática sin interrupciones y los revisionistas que constantemente han buscado comprender los reales orígenes de la Orden investigando en las pocas fuentes fidedignas, convencidos que la tradición iniciática se filtro en las corporaciones de constructores en tiempos relativamente modernos. Entre ambas posiciones existen infinidad de teorías cuya complejidad de matices ha hecho necesarios verdaderos trabajos enciclopédicos."

Pero si echamos una mirada sobre las obras clásicas de historia de la francmasonería, veremos que la teoría generalmente aceptada fija los orígenes de la Orden en instituciones o escuelas del mundo clásico, o bien en las grandes corporaciones de constructores medievales.  Estas obras, surgidas principalmente en los siglos XVIII y XIX, debieron ajustar la dirección de sus investigaciones en función de la leyenda central de la francmasonería: la construcción del "Templo de Salomón".

La necesidad de darle carácter histórico a la tradición del Antiguo Testamento forzó a encontrar un hilo conductor que relacionase a las asociaciones de constructores de todas las épocas haciéndolas depositarias de una tradición común y de una doctrina secreta transmitida a lo largo de los siglos.  Tal concepción estableció entonces una vinculación directa entre distintas instituciones surgidas en tiempos y culturas diversas.  En una ajustada síntesis podríamos decir que en esta teoría los "Artífices Dionisíacos", los "Colegios Romanos", los "Maestros de Como" y los "Constructores de Catedrales" son cuentas de ese collar y nos conectan con los "Obreros del Templo de Jerusalén" y, aun, con constructores mucho más antiguos.

Historiografía y Tradición
Pero la historiografía y la Tradición son cosas muy diferentes.  La historiografía debe basarse en un uso científico de los recursos que le son propios mientras que la Tradición no necesita de los hechos sino de los significados.  La Tradición no requiere de una conexión real a lo largo de los milenios puesto que el mito que la sustenta es inherente a la humanidad y a la psiquis del hombre independientemente del tiempo y del lugar en el que se manifieste.

Por otra parte, desde el surgimiento de las primeras civilizaciones en el Asia Menor, Mesopotamia y Egipto, el hombre nunca ha dejado de construir.  Esta es la razón por la cual podemos estar seguros de que ha habido una interrumpida generación de nuevos maestros constructores recogiendo la experiencia de sus antecesores.
J. G. Findel, en su "Historia general de la Francmasonería"(4), afirma que la opinión acerca de que la Orden tuvo su origen en los antiguos misterios se esparció a fines del siglo XVIII y principios del XIX con gran rapidez en Alemania, Inglaterra y América, pero principalmente en Francia; Esto último gracias a los trabajos de un anticuario y erudito, Alex Lenoir, que hacia 1814 publicó una obra titulada "La Francmasonería traída a su verdadero origen, o la explicación de los misterios antiguos y modernos".  Posteriormente, hacia 1825 aparece la obra de Roghellini de Schio "La Francmasonería en sus semejanzas con la religión de los antiguos egipcios".

En contraposición a esta corriente, autores como Carl C. Krause instalaban la opinión, por cierto más razonable, que debía buscarse el origen de la francmasonería en las corporaciones y sociedades de arquitectos de la antigua Roma.
La vinculación del origen de la Orden con las Escuelas de Misterios de India, el Cercano Oriente y Egipto, crecieron en el seno de la institución con el mismo ímpetu que creció en la sociedad europea de entonces el interés por los grandes hallazgos arqueológicos y por una fuerte revalorización de las filosofías de Oriente recientemente redescubiertas.
No sólo se sostenía arbitrariamente que en tales civilizaciones había nacido la Orden sino que, en sus múltiples facetas, estas escuelas se relacionaban entre sí históricamente.  De tal modo, los constructores que convocara Salomón a Jerusalén para construir el Templo, formaban parte de una organización muy vasta difundida por todo el Mediterráneo oriental, a su vez conectadas con las grandes Escuelas de Misterios de Oriente y Egipto.  Como ejemplo, F.T.B. Clavel(5), relaciona a estas corporaciones del Cercano Oriente Antiguo directamente con los esenios y con las instituciones dionisíacas.  Clavel llega a afirmar, citando a Basnage, que los esenios profesaban varios de los misterios egipcios (¡!) Y que éstos eran en el fondo los mismos que los dionisíacos.  Y todo esto solo porque Filón de Alejandría describe un supuesto signo de los esenios similar a cierto signo de primer grado.

Este resulta un ejemplo interesante de la forma errática y generalizada con lo que muchos autores realizaron asociaciones carentes de sentido. (6)

Aun así, y en honor a la verdad, Clavel advierte que todo esto no sería más que conjeturas sujetas a ulteriores comprobaciones, o como él mismo lo dice "a la sanción de los hechos positivos".

Findel, hacia 1861 escribía(7): "...En vez de averiguar cómo se han introducido esos usos en la francmasonería, se apoyan en hipótesis para hacerlos derivar de la institución.  Esta analogía, esta conformidad con los emblemas y prácticas de los Antiguos Misterios, se ha considerado como un indicio cierto y se han creído suficientemente autorizados para establecer una filiación directa, y se han enredado en un cúmulo de circunstancias accesorias que no aclararían nunca la cuestión...".
Lo que en todo caso emparenta a la Masonería moderna con los Antiguos Misterios, y esto sin entrar por el momento en otra consideración que no sea el análisis de las circunstancias o documentos históricos, es la Leyenda de Híram Abí.  Y tal como lo señala Miguel Gimenez Sales en la traducción al español de "Los orígenes del grado de Maestro en la Francmasonería" de Goblet D'Alviella(8), no existen menciones a Hiram, ni a la leyenda como parte del ritual masónico en documentos anteriores al siglo XVII.  Documentos más antiguos como el manuscrito "Regius" o el "Cook" no mencionan a Hiram.

Paul Naudon, citado en la misma obra, dice que esta leyenda fue muy común en la Edad Media y se atribuye a un monje benedictino, Walafrid Strabón (siglo IX).  Aparentemente, Strabón redactó la leyenda en la forma en que actualmente la conocemos, tomando como base el texto del Antiguo Testamento (1 Reyes 5; 2 Cr. 3), convirtiendo a Hiram en el "Maestro por excelencia"(9).
El ritual del grado de maestro, que contiene algunos de los elementos centrales de la leyenda de Hiram, no fue introducido en la francmasonería sino luego de la transición de la masonería operativo a la especulativa, tal como lo demuestra el trabajo citado de Goblet D'Alviella a cuya erudición nos remitimos puesto que deja muy pocas dudas, y del cual queda claro que el ceremonial de muerte y renacimiento propio de la corriente que emparenta a la francmasonería con los antiguos misterios Orficos, Osirianos etc., no se instituyó formalmente en la Orden sino luego de 1717.

De todos modos, que la masonería no posea en verdad una sucesión histórica directa e ininterrumpida desde los tiempos de Delfos o Luxor no implica en modo alguno una falta de relación directa con los antiguos misterios si comprendemos a estos a la manera de una fuente arquetípica universal tal como Carl G. Jung la describió. Goblet D'Alviella aun antes que Jung, comprendió la necesidad de ver la naturaleza de los orígenes psicológicos del tercer grado, y en su intento por comprenderlos se sumergió en el análisis de "...esas capas profundas de la humanidad que se han calificado, y no sin razón, de primitivas..."(10).

La civilización descansa sobre las profundas raíces psicológicas de estos ritos.  Y todos ellos responden a fuentes ancestrales pudiendo convertirse en las herramientas más adecuadas para la transformación del individuo.  Y si bien estos intentos de encontrar relaciones directas entre la francmasonería y el mundo antiguo continuaron teniendo defensores hasta nuestros días, ya eran seriamente criticados a mediados del siglo pasado por algunos hermanos que, como Krause, intentaron establecer bases ciertas para una nueva historiografía masónica fundada en el método científico.&

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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1. Federico Mossdorf(n. 1757) estuvo intimamante ligado a la obra de Krause. Sostuvo las reformas de Fessler y fue radiado de la Orden en la misma época de la expulsión de Krause. (Eciclopédia de la Masonería de Gallatin Mackey)
2. La "Historia General..." de J. G. Findel, ya mencionada anteriormente aun habiendo sido escrita en 1861 y pese a estar profundamente imbuida un cierto nacionalismo, continúa siendo un documento muy importante, principalmente como una herramienta para comprender los efectos que muchos hermanos alemanes debieron llevar a cabo para que se introdujeran conceptos verdaderamente históricos por sobre las múltiples leyendas creadas en el siglo XVIII.  Ignacio Aurelio Fessler (nacido hacia 1753) es un buen ejemplo de estos esfuerzos, puesto que su obra refleja la confusión reinante en la Europa de su época.  En aquel momento prevalecían en Alemania los diversos sistemas de Altos Grados importados de Francia en donde habían tenido gran éxito.  Se destacaban, entre otros, los llamados "Ríto de la Estricta Observancia", "Rito Sueco", el denominado "Sistema Clerical" etc, derivaciones todas, de acuerdo a la mayoría de los historiadores, del sistema templario creado en Francia en 1742 como consecuencia de la introducción de los "Grados Escoceses".La irrupción de estos modelos neotemplarios (que hoy mismo, se apoyan en datos históricos que no conviene descartar a priori) parecían entonces un retorno del espíritu de la caballería avanzando por sobre el espíritu de los grados simbólicos herederos de la masonería operativo anterior a las reformas de 1717.  Y es verdad que trajeron una gran confusión sobre toda Europa continental y en especial en Alemania.  Faustino Oncina Coves ("Filosofía de la Masonería", Edición de Faustino Oncina Coves, Istmo, Madrid 1997, pa. 17, 18 y siguientes) describe esta situación que va a derivar en la convocatoria del célebre convento de Wilhelmsbad (Convocado en 1782 por el duque de Brunswick y el landgrave de Hesse-Cassel) con estas palabras: "...Entre los rasgos principales de este  período hay que subrayar los siguientes: la introducción de los grados superiores (a menudo tendiendo un velo de misterio sobre los que ocupan el vértice de la jerarquía), deudores de las Ordenes de los Caballeros , se había realizado con menoscabo de los grados simbólicos provenientes de la masonería operativo, esto es, de los gremios medievales de constructores; la presencia del esoterismo más burdo; y la proliferación por una parte, de sistemas y rituales masónicos y, por otra, de sectas no estrictamente masónicas, sembrando el caos... ". Convento tenía por objeto dos aspiraciones: a) poner freno a la multiplicidad de sistemas; b) dilucidar verdaderamente si la Orden tenía un origen templario.Podría decirse que el convento fue un fracaso en cuanto al primer punto, pero dejó en evidencia que no existía la más mínima posibilidad de probar fehacientemente la existencia de la segunda. De este movimiento van a surgir figuras emblemáticas de la francmasonería: Ignacio Fessler, Juan Gottlieb Fichte, Federico Schroder, Federico Mossdorf y Juan Augusto Schneider quien iniciará años más tarde a Carl C. Krause en la Logia Arquímedes. Vale aclarar que todos estos hombres no formaban tampoco un frente monolítico en cuanto a su visión de la Orden puesto que si bien compartían una misma actitud frente al desenfreno de ritos y grados, y creían firmemente en un origen medieval y gremial de la Orden a veces no coincidían en la necesidad de encontrar una "historia oficial" . Al respecto, en la correspondencia entre Fichte y Fessler, a la sazón enfrentados en una querella interna, Fichte se pregunta: "...¿Con qué propósito quiere el masón una historia de su Orden, que le sirva, además, como explicación misma de esta misma Orden?"(Ver Apéndice en la obra citada de Faustino Oncina Coves).
3. Enciclopédia de la Francmasonería; A. Gallatin Mackey
4. "Historia General de la Francmasonería" J.G. findel; Leipzig, Alemania, 1861 (Pag. 9) Puede encontrarse también una edición facsímil en el Vol IV del diccionario Enciclopédico de la Francmasonería editado por Valle de Méjico S.A., 1995
5. "Historia de la Francmasonería"F.T.B. Clavel; Gomez y Gomez S.R.L.; Méjico 1975 (pag. 10)
6. Poco se sabía de los esenios hasta 1948, fecha del descubrimiento de los yacimientos arqueológicos de Qumram en el Mar Muerto; a excepción de algunos cometnarios en la obra de Filón de Alejandría y las Crónicas de Flavio Josefo, contenidas en la "Guerra de los Judios", y "Antiguedades Judáicas". Hoy sabemos mucho más de los esenios y resulta difícil establecer vínculos entre ellos y las corporaciones de constructores, salvo en los aspectos herméticos comunes a toda la tradición esotérica judeo-cristiana.
7. "Historia General de la Francmasonería"J.G. Findel (Pag 9)
8. "Los orígenes del grado de Maestro en la Francmasonería"  Conde Eugéne F.A. Goblet D Alviella. (1846-1925), Edicomunicaciones, Barcelona, España, 1991. Introducción de M.G. Sales (Pags. 9 a 12)
9. Idem anterior.
10. Idem anterior, Orígenes Psicológicos del Tercer Grado (Pag .53) &

2 comentarios

Carlos J. Treglia -

Me gusta su forma de documentar y redactar porque es muy sobria y aporta con equilibrio.

Un hijo de la viuda -

¿Como podes ser tan chanta, Eduardo? No tenes cara estás haciendote pasar por historiador cuando en tu vida pisaste una facultad. No te creo nada. Para colmo son varios los hermanos que me informaron que perteneces al opus dei. ¡ que verguenza !