Blogia
Pensamiento Masonico

Las máquinas humanas

Las máquinas humanas

Los últimos 300 años de descubrimientos científicos volvieron claro, mal que les cueste reconocerlo a muchos, que nuestro cerebro funciona como una máquina electroquímica, sujeta a las leyes de la física que afectan a cualquier otro tipo de artefacto.

Hoy es claro que somos máquinas generadas como resultado de la evolución de millones de años; máquinas complejas, al menos desde nuestra mirada de la complejidad, pero máquinas al fin.

Es posible afectar nuestro estado de conciencia y nuestra percepción con el sencillo trámite de introducir ciertos componentes químicos en nuestro organismo, sin ir más lejos, vino tinto o ácido lisérgico.

La ciencia, mediante la genética, ha decodificado casi completamente el funcionamiento de las formas de vida mas simples, tales como virus o algunas bacterias, y avanza hacia la comprensión completa de organismos cada vez mas complejos.

Es claro que en un tiempo acotado ese conocimiento llegará al ser humano.

El milagro de la conciencia

No obstante, así como es simple entender qué hace el corazón, el estómago o los riñones, y eventualmente reemplazar los mismos por ingenios artificiales, hay funciones que refieren a nuestro cerebro que aún nos resultan complejas de analizar, incluso de pensar.

La conciencia de nuestra existencia, la continuidad, y la unicidad de la misma, son las fundamentales.

Podemos hoy escuchar, o incluso ver, teniendo dañados los nervios específicos. Podemos pensar que a corto plazo (no mas de 10 o 15 años), extenderemos nuestra memoria mediante artilugios digitales conectados directamente a nuestro cerebro, incluso podremos disponer del mismo modo, de acceso a poder realizar cálculos muy complejos, por ejemplo poder ver y manipular con nuestro pensamiento una planilla de cálculos.

Pero esencialmente ese tipo de conexiones no serán más que mejoras sobre lo ya existente. Al principio serán novedad, se prohibirán en los colegios las conexiones de este tipo para que los niños aprendan del modo tradicional a hacer las cuentes, y luego de terminará aceptando completamente.

No obstante, lo que podría introducir un cambio esencial en la existencia humana refiere a otra pregunta: ¿Se podría sustentar la conciencia humana en un artilugio digital?

El juego de las imitaciones

Desde la década del `30 se discute si existe algún elemento decisivo que implique una diferencia cualitativa entre el cerebro humano y las computadoras.

Desde el punto de vista del análisis del comportamiento, es claro que se pueden generar computadoras que imiten la conducta humana tanto como se desee. Es solo cuestión de procesadores, memoria y tiempo de programadores. Pero una cosa es una computadora que habla como una persona, otra es una que sienta como una persona.

Ahora, considerando la cuestión desde lo que la ciencia puede estudiar, la computadora imitadora, en función que imita a un ser humano completamente, jurará tener sentimientos tan reales como los nuestros. De hecho solo podemos suponer que nuestro vecino o nuestra suegra los tiene al igual que nosotros, por similitud de discurso, por pertenecer a la misma especie, o por costumbre. No acostumbramos cuestionar si nuestro diariero tiene conciencia de su existencia o no, pero se trata de una duda tan legítima como la que planteamos sobre la computadora.

Es muy probable que si escuchamos hablar a la computadora imitadora, con seguridad que terminaremos convencidos de que tiene sentimientos, y, fundamentalmente, conciencia de su propia existencia. De hecho podría manifestar: `Pienso, luego existo' sin que nadie pudiera desmentirla.

La vida eterna

Estamos fuertemente condicionados a pensar en la inevitabilidad de la muerte, y no obstante, no existen motivos fundamentales para que la maquinaria que sustenta la continuidad de nuestra conciencia no pueda permanecer en funcionamiento mucho más tiempo que el que efectivamente lo hace, incluso ilimitadamente.

De hecho, en función de los estudios de anatomía del último medio siglo, queda claro que cualquier parte de nuestro cuerpo se podría recambiar, con excepción del cerebro tomado como unidad con su contenido. No obstante cada vez es más claro que si podríamos recambiar pequeñas porciones del mismo sin afectar nuestra integridad personal.

Quizás el pensar que la muerte es y será inevitable sea el consuelo razonable para los que nacimos en un tiempo donde aún es así.

El avance de la ciencia y de la técnica, vistos desapasionadamente, implican necesariamente el alargamiento de la vida humana, lo cual ha venido ocurriendo. No existe ningún motivo para que ese alargamiento reconozca algún límite.

El problema de la identidad y la conciencia

Supongamos por un momento que fuera posible construir una réplica mía a 10 metros de distancia de donde me encuentro.

Excepto que creamos en la trascendencia, y que pensemos que algún tipo de deidad sobrenatural dota de vida a la materia, el hecho de construir la misma implicaría que la copia tendría vida, conciencia y recuerdo idénticos a los míos. De hecho, él me vería a mí como una réplica.

Ahora, supongamos que en ese mismo acto un rayo destructor me evapora. ¿La copia tendría la continuidad de mi conciencia? ¿sería yo mismo? Sin duda, la copia juraría que esto sucede, ya que tendría la totalidad de los recuerdos y vivencias que constituyen mi personalidad. Pero, desde mi perspectiva, ¿el rayo fulminante sería mi visión última de la realidad? ¿o mi conciencia se trasladaría de algún modo a mi copia? ¿sería igual que dormirnos y despertar?

Supongamos que el copiado y destruido no es usted, sino, por ejemplo, su esposa. Desde ya que su cónyuge copiada, luego del trauma de la experiencia vivida, reclamaría ser la misma que se casó con usted, la madre de sus hijos (en el caso que los tuviera), y de hecho cualquier tipo de análisis de cualquier tipo, por ejemplo el de ADN, corroboraría dicho aserto. Sin duda que para usted la posibilidad de observar discrepancias sería nula. Desde su perspectiva, sin duda, su esposa, para bien o para mal, será la misma.

En otras palabras la pregunta concreta es: ¿Cuál es el núcleo de la continuidad de nuestra conciencia y de la identidad? ¿existe dicha continuidad o es sólo una ilusión?

La definición de la conciencia es algo muy complejo, en lo cual creo hemos avanzado muy poco, fundamentalmente, por carencia de metodología en el estudio. Lamentablemente, las ciencias de la mente no parecieron hasta ahora estar a la altura de este reto.

 

Enviado por  Claudio al grupo Mandil.

0 comentarios