GODF ante la represión franquista
Disertación del Gran Maestro del Gran Oriente de Francia realizada en Asturias el 19 de enero de 2007 con motivo de los actos en homenaje a los masones represaliados durante la represión franquista por su compromiso con la democracia.
He de decirles que estoy muy feliz de estar en Asturias, en esta tierra española donde tanto se ha combatido y sufrido por la libertad, la igualdad y la democracia. Y es un motivo añadido de felicidad poder dirigirme a Uds. para hablar de laicismo y democracia.
Quiero plantear mi exposición dividiéndola en tres tiempos o espacios diferenciados. Me gustaría hablar en primer lugar de por qué los francmasones tiene legitimidad para hablar de estos dos conceptos, laicismo y democracia. En un segundo momento intentaremos definir qué es el laicismo con la idea de clarificar un concepto mal entendido en muchos países de Europa. Y finalmente me referiré, dentro del marco que implica el régimen democrático, al nexo existente entre democracia y laicismo, siendo este un fundamento por no decir el fundamento mismo de la democracia, que es lo que yo pienso.
Comenzaremos por recordar que la Francmasonería adogmática, representada por el Gran Oriente de Francia, nace en 1728 para oponerse a dos formas de absolutismo que hacían imposible la libertad de pensamiento. De una parte el absolutismo político, representado por Luis XIV con aquella frase que todos conocemos: "El Estado soy yo". Y de otro lado el absolutismo religioso, conforme al cual la iglesia católica detentaba y poseía la única verdad sin admitir en ningún caso otras posiciones diferentes.
En el siglo XVIII se produce todo un fenómeno de emancipación: es el marco en el que nace la Francmasonería, envuelta en un movimiento de pensamiento revolucionario que hemos conocido como la Europa de las Luces o, aquí en España, como el Siglo de las Luces. Un movimiento animado por escritores, filósofos, intelectuales que defendieron ese proceso de emancipación desde diversas posiciones, y también desde las logias masónicas.
La Francmasonería no nació de forma inmediata como una institución laica. En sus orígenes es deísta, esto todo el mundo lo sabe. Pero a pesar de eso se enfrenta a una teocracia que negaba a la persona su libertad. Ése es el origen de las logias masónicas: un espacio de libertad en el que se pueden expresar las nuevas ideas pues, frente a la teocracia las logias se convierten en un lugar donde la libertad individual encuentra un seguro refugio.
La revolución intelectual que representa el Siglo de las Luces tiene esta consideración porque parte de considerar que cada individuo constituye y construye su propio saber; no existe ningún conocimiento impuesto, ninguna verdad preconcebida. Se rechaza así lo sobrenatural, la superstición. El individuo se constituye y se forma con un elemento mínimo: la propia razón; no hay necesidad de ningún gurú; de ningún vigilante de conciencias. Es la razón humana la que permite que la persona se construya y se desarrolle como tal. El individuo puede progresar. No nace de una idea pa reconfigurada; aprende, se construye y puede mejorarse, conocerse. La persona, en definitiva, es dueña de su destino. Esta es, ni más ni menos, la filosofía del Siglo de las Luces.
Grandes filósofos franceses han sido francmasones y se comprometieron en la defensa de esta nueva corriente emancipadora. Cito a Motesquieu, a Condorcet y a Voltaire aunque formara parte de la francmasonería tardíamente, y también aunque escribiera argumentos a favor de la trata de negros; cito a Voltaire porque al margen de la perspectiva histórica con que se le quiera examinar, es el autor de las "Cartas inglesas", que constituyen el fundamento de lo que hoy conocemos como derecho de "habeas corpus", esto es, la reafirmación de la libertad individual frente a la arbitrariedad del poder del Estado.
Llamo la atención sobre todo esto que expongo, pues no dejo de describir el nacimiento del espíritu democrático, anterior tanto a la Revolución Francesa como a la Revolución Americana, surgidas ambas de unos principios asentados en esa corriente de pensamiento innovadora. Sobre este punto conviene hacer una precisión: La Francmasonería no hizo la Revolución Francesa; participó en el movimiento intelectual que condujo a ella así como a ese hermoso texto que es la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que todavía hoy se cuelga en las paredes de las logias.
Llegados aquí se puede concluir que la Francmasonería, y particularmente el Gran Oriente de Francia, tiene legitimidad para hablar de democracia y de laicismo porque forma parte de ese conjunto de personas que lucharon por esa idea, esa línea de pensamiento que ha alumbrado la sociedad actual, y que han seguido y siguen en primera línea defendiendo estos principios.
En el caso de Francia esto se ha plasmado en los avances de la III República, la Constitución de 1875, la Ley de Asociaciones -prohibidas durante largo tiempo, incluso en el período napoleónico en el que existió una masonería del poder- o la ley de Separación de las Iglesias y el Estado, de 1905. Debemos recordar también al hablar de nuestra legitimidad para tratar sobre esta materia, que los trabajos del Gran Oriente de Francia se abren siempre bajo la divisa de Libertad, Igualdad y Fraternidad, es la misma divisa que en la actualidad ostenta la República Francesa, lo que no deja de ser un rasgo relevante de la existencia de una implicación en la construcción misma de la democracia, pues más allá de la divisa en sí, cada vez que se abren los trabajos estamos refiriéndonos a una concepción en sí misma de la democracia.
Sentado lo anterior debemos comenzar a preguntarnos qué es el laicismo. En mi opinión podemos responder teniendo en cuenta tres matices. Hablamos de un principio filosófico, de un principio jurídico y de toda una forma de vivir.
Como principio jurídico el laicismo plasma la separación de la Iglesia y el Estado. En el caso francés, la aludida ley de 1905 garantiza la libertad de culto pero no reconoce ninguna religión, y proclama la libertad absoluta de conciencia. La República no sostiene ningún culto. La neutralidad es total, amparada por una ley que fue aprobada en una Francia en la que la iglesia católica todavía conservaba un poder político real. Se trató de una ley de consenso. Consenso entre quienes eran partidarios de una completa secularización de la sociedad excluyendo a lo religioso de todos los ámbitos, y quienes considerando a la religión católica como mayoritaria entendían que ésta debía tener una presencia determinada en el ámbito social.
El principio jurídico al que me refiero se traduce en una doble interdicción: Existe una prohibición tajante que impide a las confesiones religiosas inmiscuirse en los asuntos del Estado. Y existe también una prohibición igual de tajante que impide que el Estado intervenga en cuestiones propias de las diferentes confesiones.
Y el principio jurídico nos lleva a poco que nos esforcemos al principio filosófico: Cada individuo tiene un bagaje, unas pertenencias, una identidad y unas creencias. En el día de hoy las identidades son más diversas si se quiere. Es la circulación de personas y la facilidad para que este flujo se mantenga lo que provoca que hablemos de una gran diversidad de pertenencias, de bagajes, de identidades y de creencias. Cada individuo viene de un sitio diferente. Y en cada lugar existen comunidades de todo tipo, étnicas, familiares...
Así el laicismo quiere decir que una sociedad no puede vivir en paz y armonía sin el respeto al otro como diferente a uno mismo. Si se quiere construir un futuro común partiendo de posiciones diversas sólo la idea de respeto a la diferencia puede permitir hacer efectiva esa construcción. El principio filosófico quiere por tanto significar dos cosas: En el ejercicio de la democracia, de la ciudadanía, hay que desprenderse de las propias pertenencias, suspender las convicciones para construir algo común. Y en lo que toca específicamente a la religión, hay que considerar que las creencias forman parte de la identidad que cada uno tiene el derecho de construir, pero integran un dominio privado, íntimo de cada persona.
El laicismo implica además conocer, saber que existen otras posiciones diferentes, construidas no solamente sobra la fe, sino sobre principios también respetables: el ateísmo, el agnosticismo, el materialismo...
Laicismo quiere decir que en la sociedad cada uno guarda su fe, su convicción; cada uno suspende sus convicciones para encontrar al otro y construír así la democracia. Se trata en definitiva de separar las cuestiones individuales del debate público.
Abundando en lo anterior hay dos formas de organización laica de la sociedad: la fórmula belga, donde en cada hospital, en los establecimientos penitenciarios y similares, hay un representante de cada confesión religiosa y un delegado laico. Considero que es muy interesante como punto de partida si bien me gusta más la concepción francesa enunciada por la ley de 1905, pues el laicismo no es una religión más sin dios; el laicismo está por encima de las diferentes creencias, concepciones y confesiones o posicionamientos personales para garantizar así una neutralidad absoluta del poder público.
La Francmasonería, y en lo que nos ocupa aquello que se refiere al Gran Oriente de Francia, se encuentra ligada a una concepción, la laica, que representa como decía al principio un modo de vivir: El respeto a la opinión del otro; aquella frase que decía "No estoy de acuerdo contigo pero me pelearía con quien fuera para defender tu derecho a decirlo" lo expresa a la perfección. Ese es, desde nuestra concepción, el fundamento mismo de la democracia. Desde una posición u otra se puede construir un pensamiento que permita la convivencia de toda la ciudadanía.
Quiero recordar para terminar que el laicismo es también un combate: Vemos hoy por todas partes precisamente lo contrario a lo que acabo de exponer. Personas que consideran que poseen la verdad y que tratan de imponerla a cualquier precio.
En medio de este crecimiento que experimenta el oscurantismo surge el crecimiento de planteamientos religiosos integristas; y es ahí donde el laicismo se vuelve un combate rechazando de forma tajante este tipo de planteamientos. El islam es una concepción espiritual que puede resultar interesante, pero lo que se condena desde nuestra posición no es una religión concreta, sino su utilización como instrumento para imponer una determinado concepción de las cosas, el velo a las mujeres... Recuerdo que recientemente he viajado a Turquía y he visto un barrio en el que las mujeres son obligadas a portar esa prenda que conocemos con el nombre de "burka": Esto es inadmisible; implica imponer una concepción de los hombres y las mujeres. Y además se trata de un Islam que quiere ser Islam político; se mezclan las dos cosas. Y si se confunden estos dos elementos tan distintos ya sabemos que no estamos hablando de democracia sino de oscurantismo.
Recuerdo al hablar de esto una posición conocida de la iglesia católica. Todavía hace poco un obispo de mi país recordaba la incompatibilidad entre la pertenencia a la iglesia, la creencia en dios y la militancia en la masonería. Sin embargo yo, en tanto que Gran Maestre de Francia no hablo de ninguna incompatibilidad, para mí no existe porque mi planteamiento es otro: Es el ejercicio de la libertad; es el laicismo: ¿tener, detentar la verdad? No. Cada uno la busca.
Insisto en que la democracia se basa en el debate, se construye con el intercambio de posiciones. No existe una autoridad suprema, se construye con la palabra de todos, con el resepto a las diferentes posiciones, sin que haya nadie que diga cómo han de hacerse o ser las cosas.
El combate por el laicismo es común en España, en Francia, en cualquier parte del mundo. A título de ejemplo recuerdo que en 1955 se cumplieron los cincuenta años de la ley de 1905. No hubo especiales celebraciones porque su contenido fue asimilado por la sociedad francesa incorporándolo a su modo de vida. Sin embargo hoy, cien años después, sí hemos celebrado el centenario; y nos hemos manifestado en la calle por los riesgos que existen y que apuntan a querer modificar este estado de cosas amenazando al laicismo. Esta lucha, el combate del que hablo, puede amalgamar a hombres y mujeres con un mismo compromiso: la defensa de unas ideas que no son viejas sino modernas. Les hablo de democracia, de República, de laicismo. Es el futuro de nuestras sociedades.
Finalmente, hermanos y hermanas, señoras y señores, una pregunta: Federico García Lorca ¿Por qué murió?
Pienso que murió por defender la democracia; y dentro de ella el laicismo, y la persona, de pie, libre. Eso es la Francmasonería; eso es el Gran Oriente de Francia; eso es el laicismo; eso es la Democracia hoy.
Jean-Michel Quillardet.
Gran Maestro del Gran Oriente de Francia
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